Hace unas
semanas, mis alumnos de 6º de primaria plantearon una interesante cuestión.
Estábamos
hablando de los cambios políticos, sociales, económicos y culturales que marcaron
el paso de la Edad Media a la Edad Moderna y alguien levantó la mano para
preguntar quién ponía nombre a las edades. Les expliqué que los historiadores
recientes se han puesto de acuerdo para nombrarlas y fijar la fecha que marca
el cambio, pero que en realidad no es una cosa que suceda de un día para otro,
y que las personas que viven en esa época no son conscientes de estar viviendo
una edad diferente.
Fue
entonces cuando una alumna quiso saber cuándo iba a acabar la Edad Contemporánea
(¿Quién ha dicho que los chicos de 12 años no piensan?). Les dije que todo
apuntaba a que ya se estaba produciendo un cambio, pero que pasarían unos años
hasta que los historiadores se pusieran de acuerdo en reconocerlo y darle un
nombre. Al mismo tiempo, les lancé otra pregunta: ¿Qué está ocurriendo en este
siglo que nos hace diferentes de los que vivieron en el pasado? “La
Tecnología”, “Internet”, "Las Redes Sociales” fueron las respuestas. Y concluimos
que, seguramente, estábamos entrando en lo que entre todos decidimos llamar la
“Edad Tecnológica”.
No hay
duda de que vivimos en una época de rápidas transformaciones que afectan, sobre
todo, a nuestra manera de relacionarnos. Los alumnos, nativos digitales, son
plenamente conscientes de ello; no tanto los profesores, que a duras penas
tratamos de seguir la corriente de cambios sin quedarnos atrás. Es por ello que
el proceso de aprendizaje debería incidir menos en la información (actualmente
accesible a todos gracias a Internet) que en el dominio de las herramientas que
nos permitirán encontrar esa información y compartirla con las personas que
forman parte de nuestra red de contactos, una red destinada al APRENDIZAJE, con
mayúsculas.
Antes
de iniciar el curso de Educación Conectada ya había comenzado a construir, sin
saberlo, mi PLE. Sin embargo, es ahora cuando soy consciente de todo lo que
implica y de lo importante que resulta sistematizar y visualizar este proceso que
nunca terminará, pues el aprendizaje es para toda la vida y en la Red irrumpen
constantemente nuevas herramientas y recursos que facilitan la tarea.
Concibo
mi PLE como una fuente de energía de la que parten los haces, a modo de
tentáculos, que me conectan con el mundo. Acabo de terminarlo y ya sé que he
olvidado incluir algunos recursos; en poco tiempo tendré que ampliarlo y buscar
un sistema para organizarlos según el uso que les doy. De momento, mientras me
oriento en este espacio ilimitado, mantengo todos en una única categoría que
podría llamarse “ampliando posibilidades”.
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